papeles de subinformación

lunes, 10 de diciembre de 2012

los miserables



"Las leyes son como las mujeres, están hechas para violarlas"
[un tal Castelao, en un ataque de sinceridad]

Es de dominio público que a la "decadente clase política" ya no le alcanza para ocultar su discurso mendaz, hueco y miserable. Una y otra vez, nos mienten:
La mentira está a la orden del día. El ilusionismo está de moda como instrumento político para que los grandes capitales se salgan con la suya. Una mentira en cada titular que se repite sin mesura en aras de crear ficticiamente una verdad. Contra este tipo de ilusionismo, sólo queda darle la vuelta a este mundo al revés.
Y no hace falta que lo diga un juez. De un tiempo (largo) a esta parte, está muy claro a quién sirven:
De la decadencia a la irrelevancia no hay más que un paso y la denominada clase política está muy cerca de darlo delegando sus poderes en la denominada clase financiera. Del gobierno de las urnas al de los cajeros automáticos.
El (des)gobierno sigue cayendo mes tras mes, perla a perla, en la pendiente del descrédito y el cinismo más absolutos por la vía del austericidio, el perdón a los defraudadores y las declaraciones erráticas. Así, ya sabemos que los padres son poco más que ETA -antes fueron los reyes magos-, que los presupuestos generales para 2013 son los "más sociales de la democracia" -Cristóbal dixit-, que, según la ministra del Paro, esto se arregla en un pis pas porque "ya estamos saliendo de la crisis" o que para la figura real las medidas de ajuste social "están dando sus frutos" -suponemos que se refiere al 1%.


Comportándose como auténticos sicarios de los intereses de las grandes corporaciones -auténticos regidores del orden institucional-, los burócratas han devenido en el triste, pero real, papel de sociópatas. Un cadáver político al servicio exclusivo del ectoplasma financiero. Y ante tanta desvergüenza sólo queda desobedecer. José Coy lo explica con nitidez:


Porque el 21% de la población ya vive por debajo del umbral de la pobreza, porque el genocidio financiero provoca un suicidio tras otro, porque los consejeros de Bankia sólo pasaban por allí, porque los "brotes verdes" en realidad son otra cosa, porque la Justicia, la Sanidad y la Educación pertenecen únicamente a los pudientes, porque el asalto al patrimonio colectivo no tiene fin, porque para los incompetentes (necesarios) que nos han llevado hasta aquí la solución pasa por incluir militares en los gobiernos, por rescatar la banca estrangulando la deuda pública, por construir más viviendas o por dar permisos de residencia a extranjeros si compran un inmueble de más de 160.000 euros... Y porque el trasfondo ideológico reaccionario, el estado policial y la represión sobre los sectores contestatarios no cesa sino que aumenta de grado, como ya hemos comprobado de modo general en las movilizaciones del 25S en Madrid, tras las dos jornadas de huelga en todo el país o especialmente en la tierra con nombre de vino el 14N.


Pero la lista de los miserables no acaba en los gestores y crece con la necesaria cooperación de los medios de (in)comunicación e (in)sensibilidad masivas, que cruzan todo límite moral y de decencia en su búsqueda de audiencias y carroña:


El régimen se pudre en la cleptocracia y los guapos se quedan en casa, según la definición de uno de sus bardos más decadentes y decrépitos, al calificar -entre otras lindezas- de "feos" a los que se manifiestan. Quizás se refiera a la belleza que resplandece en la "mayoría silenciosa" que alababa Don Tancredo, mientras se fumaba un puro en la capital del nuevo (des)orden global. El régimen se hunde en la miseria moral más absoluta aumentando un 1780% la partida presupuestaria dedicada a material antidisturbios, pero sobre todo rompiendo -un día sí y otro también- sus propias reglas de juego, indultando a toda máquina corruptos y torturadores. Por eso, el pasado 6 de diciembre no había nada que celebrar y así lo ha retratado la última encuesta del CIS. Por eso, como símbolos de un tiempo moribundo y monumentos plenos a la obscenidad, la caída de Díaz Ferrán y el eterno retorno de Berlusconi.

Sin embargo, del grupo de los miserables forman parte también todas esas personas insolidarias que con su indiferencia están permitiendo el aterrizaje total de la dictadura, la destrucción de las conquistas sociales y el saqueo del bien común. Son los nuevos vasallos: feudalismo 2.0_

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